Buen día! Interesante análisis. Tenemos en nuestras manos una poderosa herramienta, que viene siendo utilizada (al menos, en muchos casos) en forma desvinculada de la sociedad, cuando debería estar al servicio de ella. Mis inicios en el estudio del Derecho estuvieron plagados de dudas precisamente por estos estereotipos -lamentablemente reafirmados muchas veces-, que me impedían imaginarme ejerciendo una profesión individualista, conservadora y colmada de ansias de poder. Sin embargo, tuve la suerte de conocer mucha gente que, como yo, también veía en el Derecho una herramienta de transformación social y un ejercicio solidario de la profesión.
Aún así, las barreras entre la justicia y la gente son enormes. Es entendible y visible como la comunidad se siente ajena al gran aparato burocrático que hay detrás del poder judicial, y deposita así sus esperanzas en profesionales -hombres y mujeres- que, muchas veces, poco interés tienen en bajar a tierra el proceso, los escritos y ese lenguaje creado y utilizado por y para los y las operadoras del derecho -cuando debería serlo por y para la sociedad-. Todo el proceso judicial pareciera una gran comunicación entre quienes de alguna u otra forma comparten este mundo legal, excluyendo precisamente a quien debe ser el destinatario principal de este gran aparato: aquellos y aquellas que están viendo vulnerados sus derechos.
Creamos muros y luego nos hartamos e indignamos de quienes “no entienden nada”, “no hacen lo que les pedimos”, en fin, de una sociedad que muchas veces se forma en lo que al sistema judicial y derecho respecta, por medio de medios de (des)información, quienes también -como dice la nota-, tienen poco acceso a este “mundito cerrado” que hemos contribuido a crear.
Respecto al menor conservadurismo de las abogadas, es entendible producto de que hemos sido, dentro de este “mundito” -y del mundo- las relegadas durante muchos años, y lo seguimos siendo en muchos aspectos. Sin embargo, la lucha continua hasta que nadie quede afuera, porque no alcanza con la incorporación de mujeres mientras no sea en igualdad de condiciones, y no alcanza la igualdad de condiciones si simplemente nos incorporamos al “mundito”, sin pretender, también, transformar sus formas de exclusión a muchxs otrxs relegadxs.
De todas formas, asumiré una visión positiva y trabajaré codo a codo con quienes muestren este entusiasmo en derribar los estereotipos, mostrando -con hechos- otra realidad posible en lo que a abogados y abogadas respecta y en acercar la justicia a la gente, en fin, en “devolverle al pueblo lo que es del pueblo”.