Foro de debate / Mario Juliano

Reflexión

Reflexión

de Martín Vilariño -
Número de respuestas: 1

Antes que nada quiero agradecer la oportunidad que se nos brinda de poder realizar este curso.

Las ideas planteadas tanto el texto y el video me parecen muy interesantes y coincido en gran parte pero a su vez me llevaron a una serie de humildes reflexiones. Estas reflexiones no están ajenas a mis pocas experiencias en el campo social.

Cuando se habla del papel del reformador/a, si no entendí mal, se hace un cierto hincapié en problematizar su accionar en el campo y como este en muchas ocasiones cae en un pesimismo y en frustraciones por no conseguir su anhelado cambio social. Este muchas veces lleva a justificar esta situación en el accionar de un otro sin reflexionar sobre su propia acción. El reformador en muchas ocasiones cae en un sobre diagnostico producto de su miopía de clase y a que buscar reducir la realidad en un solo concepto, lo que no es ni más ni menos que la proyección de sus propios deseos y cosmovisión.  Coincido que esto se da en muchos casos y en muchas personas que se dicen reformadores, lo cual se es una contradicción a raíz de que personas así lejos están de lograr un verdadera transformación social; por el contrario, personas así no hacen más que reproducir lo que dicen combatir. El problema es que no todas las personas que buscan cambiar la sociedad son así. He visto a muchas personas que lejos están de caer en esas problemáticas pero que igual caen en un pesimismo social y creo que es porque básicamente son personas como cualquier otra persona con sus contradicciones.  
Me parece que muchos reformadores/as sociales caen en el pesimismo porque el buscar un cambio implica un esfuerzo enorme: implica angustias, sufrimientos, incomodidades, cansancios, dejar de lado afectos y amistades, peleas y un montón de otras cosas; en pocas palabras estos reformadores/as en pos de un cambio social dejan de lado muchas cosas y el objetivo lo vale.  El problema es que muchas veces esto no es tenido en cuenta por nadie y el esfuerzo hecho por esas personas termina no valiendo nada, es más creo que un motivo del pesimismo en esas personas se debe a que los aportes que hacen lo plantean desde la seriedad pero no es tenido en cuenta por ningún funcionario público a raíz de que básicamente no les interesa. Por otro lado creo que este pesimismo social también es resultado de una lucha de intereses, una lucha de clases si se quiere, entre los que quieren una sociedad más justa y aquellos que quieren que la situación siga igual. Esta lucha dicen que es el motor de la historia y el devenir de la historia si bien nos dan datos alentadores también nos dan datos desalentadores. Con esto quiero decir que si bien en algunos puntos estamos mejor, en algunos otros estamos mucho peor.
Toda esta situación del pesimismo en los reformadores/as sociales me hace pensar constantemente en el Castelli de la novela “La revolución es un sueño eterno”.

Por otro lado se plantea la necesidad de transmitir optimismo y esperanza, lo cual también comparto la idea pero eso también me lleva a reflexionar que el optimismo también es producto de una clase. Hay sectores que se pueden dar el lujo de ser optimistas e impulsar la esperanza y está bien y hay que apuntar a eso pero tenemos que entender que no todas las personas están en una situación social que les permitan ser optimistas y esperanzadoras.  Por otro lado la esperanza tiene  que estar movilizada e impulsada por proyectos concretos y por el compromiso honesto y desinteresado de las personas (y de un gran número de personas para que pueda ser viable). Muchas veces se caen en una esperanza utópica, inalcanzable y carente de concreción. Esto creo que también hace caer en el pesimismo. La sucesión de proyectos fallidos e inaplicables tiende a que los reformadores caigan en el cansancio, el descreimiento, la frustración y el pesimismo social.
Espero no haberme ido por las ramas pero es las reflexiones que me generaron las ideas planteadas y lo planteo desde mi humilde experiencia y conocimientos.