¡Buenas tardes gente!
He leído el material propuesto, así como también los comentarios de todos y todas las que participaron hasta el momento. Me parece un tema más que atrayente, sobre todo para aquellxs apasionadxs del Derecho Penal, como yo, lo vinculado al estudio del delito desde la criminología y las diferentes concepciones que fue adquiriendo a lo largo de la historia.
He podido identificar de las tres grandes escuelas tratadas (conflictual, consensual e interaccionista) aspectos que tienen materialización aún en el presente que vivimos, no obstante siempre me inclino más por un análisis sociológico del delito más cercano en el tiempo. Sin embargo, adhiero a la idea de no adoptar una postura absoluta e irreconciliable, sino, por el contrario, pensar en que son posturas que pueden complementarse para un entendimiento más acabado. A modo de ejemplo, voy a plasmar sólo algunas ideas y relaciones que logré hacer entre las líneas teóricas del texto y la situación actual.
En cuanto a lo manifestado por Rusche y Kirchheimer, identifico que en el actual estado de emergencia, la necesidad de mano de obra es menor (salvo en algunos sectores que resultan esenciales), motivo por el cual, la persecución de los transgresores se manifiesta de manera más dura y feroz.
En cuanto al paradigma del consenso, los valores imperantes que actualmente son fundamentales para la sociedad tienen que ver con la protección de la salud, el cuidado de nuestros adultos mayores y de la población de riesgo; hay un acuerdo social que éstos son los bienes jurídicos que se deben proteger. El castigo que se les impone a quienes transgreden el aislamiento obligatorio, permite mantener la cohesión social contra ese “enemigo” al que se ha etiquetado como “amenaza a la salud”. Es interesante ver cómo, a partir de un suceso de tal entidad como una pandemia, un hecho absolutamente normal hace algunos días, como lo era circular libremente por espacios comunes, se ha transformado en un “acto desviado” como consecuencia de la aplicación de un decreto de necesidad y urgencia. Aquí vemos claramente lo que decía Becker…”el comportamiento desviado es aquel que la gente define como desviado”. En relación a ello, no pude evitar relacionar la manera en que se aplica esa etiqueta y hechos que fueron de conocimiento mediático en nuestro país: no es el mismo el tratamiento que recibió un “rugbier” por parte de efectivos policiales al violar la cuarentena, que el que recibieron dos hombres en un barrio humilde, donde gendarmes los obligaron a hacer ejercicios físicos para ridiculizarlos y demostrarles “quienes tienen el poder”.
Por último, identificar al COVID-19 como un flujo que apela a los movimientos de nuestra sociedad, para bien o para mal. Si bien por un lado, genera cohesión en la población, a su vez, se producen líneas de fuga: el contraste entre quienes todos los días a las 21 hs aplauden al personal de salud, y quienes los rechazan y estigmatizan pidiéndoles a médicxs que se vayan de un edificio por temor al contagio. Allí, podemos identificar lo que Garland llamaba “el otro”, como un lenguaje bélico y de defensa social.
Entiendo que las líneas de fuga pueden ser caracterizadas como “buenas” y “malas”. Las que mencionó Ezequiel en el video (limpieza, desinfección) como líneas de fuga del aislamiento son buenas. Ahora bien, otras que se han puesto en la escena pública nuevamente, como la superpoblación, el hacinamiento, las deplorables condiciones sanitarias de las unidades penitenciarias son líneas de fuga preexistentes a este flujo actual (COVID-19) que reclaman hace tiempo ser sofocadas íntegramente. De allí proviene la importancia de poder codificarlos, para tratarlos y evitar esas huidas.
Saludos.
Macarena