Realmente muy interesante la postura que nos propone Roberto, muy claro en sus argumentos y creo que tocó todas las aristas posibles. La delegación (o aceptación de la autoatribución) de poderes extraordinario en un sistema hiper presidencialista como el nuestro (y como la mayoría de los paises lationamericanos) debe encendernos la luz de alerta. Para no reiterar los puntos tomados por el expositor -que los comparto totalmente- es muy importante empezar a cuestionarnos el accionar actual, ante la limitación cada vez mayor en el ejercicio de nuestros derechos (primero era la prohibición de circular, luego de comerciar, luego de reunión, ahora de usar barbijos bajo pena de sanción penal) bajo la nula opinión de un Congreso que se encuentra aislado totalmente de la escena política actual (más alla de cruces innecesarios e irrelevantes por redes sociales) y de el aislamiento absoluto de todos los miembros de nuestra CSJN.
Entonces, creo importante replantear estas cuestiones y demás, más allá de la crisis económico y social de la pospandemia, la crisis política que podría desencadenar. Por nuestros antecedentes latinoamericanos y sobre todo argentinos, la concentración de poderes en el Poder Ejecutivo nunca obtuvo los resultados sociales y (sobre todo) políticos que se pretendia, pues se caía en una espiral eureliana de cada vez más concentración de poder para intentar salir de esa concentración de poder.
Cambiar la receta para cambiar los resultados debe ser el imperativo a primar en los próximos meses, pero -acompañando la reflexión de Gargarella- debe ser la voz de los juristas y especialistas del derecho las que más alto se eleven en estos momentos de incertidumbre, para defender aquello a lo que nos dedicamos.