Hola a todxs, dejo aquí mi reflexión acerca del primer encuentro.
De la lectura de
“Amo la abogacía, pero odio a los abogados. Un poco menos a las abogadas” quiero rescatar de Juliano (2018) su señalamiento acerca de que la abogacía se debe un debate sobre “su rol en la
sociedad contemporánea” y sus aportes a “la convivencia y a la paz social”. Creo
que esta es una actividad que todos nosotros debemos darnos, desde
nuestras posiciones/profesiones. Para no dejar de lado nuestra empatía no debemos olvidar,
desde una perspectiva ética y de responsabilidad con la sociedad, para qué
hacemos lo que hacemos.
Por su parte, en
“La relación de los reformadores y las reformadoras con la sociedad”,
hay una postura mas optimista de Juliano (2019), quien en la anterior lectura había cuestionado muchos aspectos de su profesión. El autor sostiene aquí que hay que
salir de ese pesimismo que tienen muchos de los “reformadores y reformadoras”,
que podemos ser nosotros mismos. Las personas comprometidas suelen tener una
visión muy pesimista de la realidad. Y esto tiene consecuencias que puede influir
en las nuevas generaciones y en las clases dirigentes. Sin embargo, la sociedad
nos da señales de que está mucho mas madura de lo que creemos. En esto coincidió
en mucho con Juliano. Hay que salir de ese pesimismo que creemos sostener por “realistas”,
pensando que por nuestras experiencias tenemos mejores diagnósticos que el
resto de la sociedad, cuando en realidad estamos cayendo en lugares comunes. Lo
peor de todo es que estos prejuicios sobre “la gente” nos impide sostener
además actitudes mas positivas que podrían empujar nuestros proyectos.
En síntesis, encontré en esta primera charla dos cuestiones con las que
coincido y que personalmente creo que debo (y debemos) tener presentes:
cuestionar nuestro rol dentro de la sociedad para intentar en lo posible aportar
a la convivencia y la paz social; y debemos perseguir el optimismo, alejándonos
de pesimismo inútiles y más cuando están basados en lugares comunes, en
prejuicios.
Saludos cordiales,
Nahuel Valdez